sábado, 26 de febrero de 2011

¡Hoy hemos dado un Susto!

Así que el pobre Susto se ha pasado casi una hora histérico maullando y dando saltos dentro del transportín, tratando de esconderse debajo del empapador que le habíamos preparado dentro, mordiendo barrotes de hierro y plástico tratando de escapar. En uno de esos arrebatos le ha hecho un pequeño arañazo a Marta.

Después ha empezado a admitir algunas caricias, y durante el resto de las tres horas de viaje hasta Barcelona, básicamente se ha quedado sopa recibiéndolas y demandándolas, maullando desconsolado cuando dejaba de recibirlas. Pasó de estar jadeando por hiperventilación a dormirse en el transportín. ¡Ése es nuestro Susto! Como hemos llevado unas cuantas barritas de chuches, Marta le dio un par (cuando ya estaba más tranquilo), y las devoró de buena gana, al igual que algo de atún con tomate de nuestros bocadillos en la parada para comer.

Al llegar a Barcelona y sacar de nuevo el transportín, Susto se puso de nuevo a cien, maullando sin parar (cada pequeño cambio estos días va a ser un estrés para él), hasta que lo metimos en la preciosa habitación que Cris le había destinado, y al igual que el primer día, lo sacamos del transportín y "le forzamos" a tranquilizarse, mediante una sesión de caricias y mimitos.

Cuando lo vimos suficientemente tranquilo, le dejamos allí un rato y entramos en el comedor para charlar un rato con sus nuevos acogientes y conocer al resto de fauna de la casa. ¡Había cinco perros y dos gatos, y todos se llevaban estupendamente! Para mí fue una pasada pasar a acariciar de un labrador a un galgo (debería hablar en femenino), a una gata y a una semiboxer, y vuelta a empezar, todo eso mientras charlábamos muy distendidamente con Cris y sus encantadores amigos, que además nos invitaron a un bizcocho que, para ser el primer intento, le salió estupendamente al cocinero.

Las dos horas hablando de lo humano y lo divino (o lo perruno y lo gatuno) se me pasaron volando, y antes de darme cuenta había anochecido y se acercaba el momento de regresar con nuestra propia manada. Nos despedimos de Susto, que había encontrado un puesto de vigilancia en lo alto de un colchón antiguo apoyado contra una pared que podrá usar de rascador. Lo abdujimos momentáneamente de allí para darle unos últimos mimos antes de irnos y dejar a estos ángeles de la guarda con un buen Susto en el cuerpo. ¡Esperamos que nos cuenten sus nuevas andanzas, y su rebautismo (tanto de nombre como de colegas de vida)!

Francamente, lo hemos pasado muy bien hoy, muchísimas gracias por vuestra hospitalidad. Como conclusión y mensaje para Yolanda, la amiga de Cris: Día de despedidas, pero a la vez, día de conocer a gente interesantísima y de asimilar que es el comienzo de una nueva vida mejor para Susto. Al igual que ahora Castellón es Zapas para nosotros, o Tarragona/Lleida es Esme, o Vitoria es Yang, Barcelona es Susto. Duele, pero a diferencia de los dolores amargos, éste es un dolor dulce, porque sabes que ese pequeño bribón está en mejores manos, y porque no sólo no has perdido un gato, sino ganado una casa para él, y unos nuevos amigos, humanos y animales. Y, de premio, un hueco para el que esté por llegar, el que hará que se reinicie la rueda. ¡Merece la pena!




Desde cero (o casi) IV

Ayer por la noche todo estaba tranquilo y era bonito, las estrellas brillaban en el cielo y etcétera, etcétera. Así que se nos ocurrió la fantástica idea de que, como Susto se iba a la mañana siguiente, sería interesante ver la reacción de Sorpresa estando cerca de él. ¿Se acordarían el uno del otro a pesar de llevar dos meses separados (y haber vivido el resto de sus nueve meses juntos)?

Inciso importante: Tenemos a Sorpresa de vuelta, en tan poco tiempo no se pudo hacer amigo de Zapatitos (tampoco parecía estar muy por la labor), y al haber sido un "atraco a mano armada -de transportín-" a los dueños de Zapatitos, no se habían mentalizado para la estresante situación de mantener un ritual riguroso de presentaciones entre gatos. Esperamos que haya algún futuro intento, bien con Sorpre o bien con cualquier otro (¿con algo menos de energías?) para darle algo de compañía felina a Zapas. Yin, por su parte, encantado del regreso de su viejo amigo. Al segundo día ya andaban lamiéndose por los rincones. Con Yang siguen bufándose y dándose manotazos, no ha ido tan bien la cosa. Como no mejoren por sí solos, probablemente los separaremos esporádicamente hasta que Sorpre se comporte educadamente.
Fin del inciso.

Marta cogió a Sorpresa en brazos, y yo me quedé acariciando a Susto. En cuanto Marta abrió la puerta, desde el propio umbral notamos que algo no iba bien. Sorpresa empezó a gruñir como un perro, con un volumen exageradamente alto. Susto empezó a bufar y a encogerse de miedo. Sorpresa continuó con su nerviosismo en incremento (quizá alimentado por algún toque en la nariz que le daba para que dejara de gruñir), hasta que explotó tratando de zafarse de los brazos de Marta, arañándola accidentalmente al escapar, y dándole zarpazos a Yin y a Yang al cruzárselos. Susto, por su parte, empezó a intentar huir por toda la habitación, subiéndose literalmente por las paredes en busca de una salida.

Después de la fantástica mala idea, Marta se quedó tratando de tranquilizar a Susto y yo hice lo propio con Sorpresa. Susto pareció recuperarse bastante, aunque involucionó a su estado primordial de intranquilidad, y Sorpresa se quedó en un remanente estado huraño, hasta el punto de darme un zarpazo (sin uñas, aunque algo se le escapó durante el momento del contacto) en plena cara en una de las veces que lo cogí en brazos para acariciarle.

Esta mañana, Sorpresa, a pesar de estar más tranquilo, seguía en ese estado de no querer saber demasiado de nadie, pero Susto estaba más normal. Al menos, hasta que hemos procedido a hacernos algunas fotos de despedida con él y a meterle en el transportín. Pero esa es otra historia, que será contada a continuación.

jueves, 24 de febrero de 2011

Desde cero (o casi) III

Después de un par de sesiones de masaje, está ronroneando y amasando, y la última vez lo hemos encontrado tranquilito en la cestita, ronroneando en cuanto hemos entrado. Se ha tomado la media pastilla sin ningún problema (metida con un poco de latita gourmet en el dedo, y Susto ha calculado muy bien hasta dónde morder para coger sólo la carne y chupar el dedo). Luego ha dado un buen repaso también al comedero, así que le dejaremos tranquilito por hoy.

Es precioso, ¡en cuanto esté lavado va a ser el hermano guapo del gato de Shrek!

Desde cero (o casi) II

Acabo de entrar de nuevo en el cuarto. Estaba agazapadito debajo de una pequeña cómoda, y no me ha costado prácticamente nada empezar a rascarle el cuerpo (ignorando un bufido), sacarle de allí y ponerle encima de la cama para darle un buen masaje. Ha terminado ronroneando, y se ha quedado bastante tranquilo allí, soltando un maullidito como de "¿y ahora qué hago yo aquí solo?" cuando he salido del cuarto.

Huele un poco a callejero y tiene algún que otro pegote cerca del cuello. Si tuviéramos más tiempo, le daríamos un buen baño muy a su pesar, aprovechando los buenísimos días que está haciendo por aquí. Pero bueno, habrá que reservarle ese "susto" para su próximo hogar ;)

También tiene un arañazo un poco feo en la nariz (que probablemente le habrá hecho su propia madre, con la que se enzarza a veces en la calle a manotazos para que no le robe protagonismo de nuestras caricias y comida). Esperemos que no le haya causado ninguna infección y siga tan sanote como el alborotador de su hermano.

Desde cero (o casi)

Acabamos de coger a Susto (el hermanito de Sorpresa) de la calle. Es una acogida hiperbreve, ya que Cris, una amabilísima voluntaria de una protectora de Barcelona, se ha hecho cargo de acogerlo hasta que dicha protectora lo difunda y entregue en adopción.

Así pues, y dado que llevábamos ya semanas (o meses) rondando la idea de sacar a Susto antes de que lo viéramos compartir el triste destino de los atropellados de la calle, o de que alcanzara su madurez sexual y reprodujera (literalmente) el problema de los callejeritos, nos ha faltado tiempo para que Marta bajara con el transportín y algo de comida suculenta.

A nuestro favor teníamos que llevamos alimentándole desde cachorro, llevándole comida hasta donde suele (solía) habitar con su colonia desde los tres mesecitos o así, de forma que ahora que cuenta con unos nueve meses, ya está más que acostumbrado a nuestra presencia e incluso venía a pedirnos arrumacos cuando le llevábamos comida.

Después de atraparlo (dejando que entrara a por la comida que había en el fondo del transportín, esperando varios intentos para que se confiara y viera que no pasaba nada), lo primero ha sido llevarlo a una habitación debidamente preparada para cuarentena (arena limpia, agua, comida, cuanto menos objetos donde pueda esconderse, mejor, pero con alguna cuevecita o algo que le sirva como refugio-cama). Mientras, preparábamos nuestra socorrida "Balance Board", que se queja de que no hacemos ejercicio. Luego, le hemos pesado (3'2Kg de peluchín) y he ido a nuestra también socorrida veterinaria a por la pipeta y media pastilla de desparasitación de rigor (hoy le daremos la media pastilla y mañana por la tarde la pipeta, aplicada al completo en la parte central del cuello, por donde no se pueda chupar, directa en la piel -separando el pelaje-).

De momento está super asustadizo (haciendo honor a su nombre), y se ha escondido detrás de la cama que nosotros tenemos en esa habitación. Entre Marta y yo hemos conseguido reatraparlo, haciéndole un "capullito" con una manta para neutralizarlo (a pesar de que se hacía el agresivo y estaba nerviosísimo, con bufidos y amagos de arañazos, apenas sí le tocó con los dientes en la piel sin llegar a hacer presión). Después de esto, he estado unos cinco o diez minutos acariciándolo y hablándole en voz baja hasta que he podido retirarle la manta al completo sin que huyera.

Luego he venido a escribir esto y dejarle tranquilo un poquito. Pero ahora volveré al ataque ;)

Es una lástima (una suerte para él) que no vaya a quedarse el tiempo suficiente como para poder ir contando la evolución y los pasos de una presentación adecuada en tiempo real con nuestros otros gatos, pero en fin... será bonito mientras dure.

sábado, 5 de febrero de 2011

Aclimatándose

Ya que este blog tiene principalmente la motivación de servir como un lugar donde compartimos las experiencias de ser una casa de acogida, y dadas las últimas "sorpresas", es un buen momento para poner en negro sobre blanco cómo han sido los comienzos con cada uno de los cinco gatitos que hemos tenido hasta ahora, qué problemas hemos encontrado con cada uno, y cómo han sido felizmente subsanados (y las conclusiones sacadas del proceso).

Como sabéis bien, Yin fue el origen de todo. Con él estábamos nerviosos (se puede decir más bien que éramos primerizos) y, afortunadamente, Yin es el super-trasto-gato sin comportamientos, digámoslo, "preocupantes". Es decir: Yin nació sin el gen del miedo, o algo, el cual compensa con un gen extra de la curiosidad y el aburrimiento.

Con él no tuvimos que salir pitando detrás para cogerlo, descubrimos rápidamente que cuando íbamos a acariciarlo se quedaba quieto, y aprovechaba a los poquísimos segundos para empezar a enredar con la mano que le acariciaba, arañándola y mordiéndola jugando a lo bruto. Después de la primera semanas en casa tuvo algunos esporádicos días raros (en los que lió unos cuantos desastres de camas y sofás meados, que aprovechamos para dejar la casa water-proof y a prueba de arañazos), podemos decir que no hubo aclimatación con él (vino listo para todo).

Así que podemos decir que Yang fue la primera felina que se "enfrentó" al reto de un nuevo hogar, con el bagaje de haber estado en una protectora durante un tiempo, junto con otros gatos. Nosotros nos volvíamos a sentir primerizos, impacientes e inquietos por cualquier pequeña cosa que pudiera pasar.

Como siempre a partir de entonces, cuando hemos tenido más gatos, instauramos el "protocolo de presentación" de disponer de una habitación (con balconcito) cerrada en el que hemos dejado a los recién llegados, para que se acostumbraran primero a nosotros y nuestros horarios de rutina, a los ruidos de la casa, a sus olores... y a ver a nuestros gatos al otro lado del balcón. En general, aunque los tengamos siempre separados, esporádicamente invertimos los papeles y dejamos a los "nuestros" en la habitación cerrados, y al "invitado especial" libre por toda la casa, dejándolo a su aire para que compartan olores.

Yang tendía a esconderse debajo de la cama o en la cuevita del rascador ante cualquier evento extraño, así que simplemente decidimos pasar tiempo con ella, sin prestarle atención, leyendo en la cama. Descubrimos que sólo teniendo un cordoncito grueso con el que juguetear aquí y allá mientras leíamos, ella acababa dejándose llevar para jugar con él. Y que también venía si silbabas (eso me pareció fantástico y entrañable). Así que me pasaba algunas horas leyendo y tarareando "La Misión", y ella acababa cediendo a sus reticencias. Aún así, se acercaba a veces con mucha precaución a que la acariciáramos, pero vimos que tampoco era excesivamente dada a estos cariñitos, que no soportaba más de unos segundos antes de irse lo suficientemente lejos para que no llegaras con la mano, pero quedándose cerca (hasta hoy, ha seguido siempre con esta actitud relajada e independiente).

Cuando veía a Yin por la puerta, le bufaba. Sus inicios ya cuando vino con el transportín fueron curiosos, con Yin haciendo un ruido raro. Estuvimos cerca de una semana y media con Yang en la habitación, juntando gradualmente a los dos a través de la puerta del balcón, dejándoles una ranurita para que se pudieran oler, e incluso pasar una patita (pero nada más). Y les faltaba tiempo para intentar soltarse zarpazos...

Llegó el día (ya impacientes) de presentarles sin obstáculos, cada uno de nosotros monitorizando a un gato, por si hubiera que separarlos... y hubo. En varias ocasiones se enzarzaron en un barullo tal que yo llegué a creer que habían matado a un pájaro, por la cantidad de "plumas" que vi debajo de la cama (y que resultaron mechones de pelo que se habían arrancado en cantidades industriales). Todo parecía ir bien y suave (se acercaba Yin a ella con curiosidad, levantaba una pata para probarla)... y entonces les saltaba el chip y se liaba parda. Los separábamos, devolvíamos a Yang a la habitación (aunque si veíamos que había sido Yin el iniciador, era Yin el que se quedaba recluido). Pensamos que jamás iban a ser capaces de estar juntos sin matarse.

Con algo más de paciencia, muchísimo miedo de que no fueran capaces de llevarse bien, y un puntito de "en algún momento tendrán que acostumbrarse", poco a poco la reticencia de Yang fue dando paso a una actitud de "indiferencia" con Yin, mezclado con momentos de juego intermitente, casi siempre iniciado por Yin. Intentamos hacerles jugar a los dos con el cordoncito o con una caña de pescar, pero Yin tiene también el superpoder de quedarse embobado viendo a los demás jugar sin involucrarse, así que... al menos, estaban bastante cerca sin matarse.

El único momento en el que parecían completamente sincronizados era a la hora de repartir "regalitos" (después de cortarles las uñas o cepillarles): ahí sí les faltaba tiempo para venir juntos y estar un rato "soportándose" mientras les dabas la golosina. También les dábamos alguna golosina cuando estaban durante más de cinco minutos cerca sin intentar matarse.

Cuando vino Zapatitos, aprovechamos que había que esterilizarla para tenerla aislada y presentarlos con más calma. Con Maite se mostró bastante asustadiza, pero con nosotros pareció estar cómoda desde el primer momento, aunque sus adoptantes también tuvieron que soportar algunos días de "timidez extrema". Con nuestros otros gatos, lo mismo: puerta del balcón como primer contacto, con rendijas progresivamente abiertas para que se pudieran oler y hasta dar algún capón (recordad: ¡uñas bien recortaditas antes de cada intento!). Con Zapatitos fue todo bastante más rápido que con Yang, aunque también recuerdo ese momento de Yin de dejar claro quién es el veterano del grupo con algún rifirrafe sin mayores consecuencias. Después, Yin se convirtió en un gran amigo suyo, y Yang simplemente mantenía una distancia prudencial con ella (y con el resto de gatos y de seres vivos, añadiría).

Esmeralda llegó poquísimo antes de que Zapatitos se marchara, y supongo que a estas alturas Yin y Yang estaban más acostumbrados al "hotel", así que incluso Yang la recibió con más curiosidad por saber quién era la nueva que con reticencias. El hecho de que Esme viniera hecha una piltrafa con más ganas de dormir que de otra cosa probablemente ayudó a que se llevaran mejor que la media. Esme era mucho más activa que los demás al ser más jovencita, pero a la vez su actitud era muy sumisa.

Como teníamos miedo de que estuviera enferma y seguros de que estaba infestada de parásitos, Esme se quedó en el patio de luces hasta desparasitarla y obtener los resultados de las pruebas (era pleno agosto, quizá fuera el lugar más agradable de toda la casa), lugar que está separado de la cocina por otra puerta transparente. Sólo le bufó a Yin una vez, pero en cuanto estuvieron juntos nos demostró (nos demostraron todos) que esta historia iba a ser muy distinta a las anteriores. A nosotros nos buscaba, y se asignó como pupila de Yin casi desde el segundo 0.

Hay que incidir en que, a medida que hemos ido teniendo más inquilinos, hemos respetado más estrictamente el protocolo de presentación, lo cual probablemente haya ayudado muchísimo a que aprendan, gradualmente, a estar con nosotros, a los ruidos y rutinas de la casa, al olor de los otros gatos, a su aspecto, y finalmente, a estar deseando desde ambas partes el estar juntos (por puro aburrimiento de poder ver pero no tocar).

Cuando llegó Sorpre (o más bien raptamos de su manada), pasamos toda la primera noche con los ojos de par en par, con un maullidito lastimero llamando a su madre, o pidiendo un S.O.S. a catwoman para que le rescatara, o qué sé yo. El caso es que era una tortura psicológica asistir a su concierto inexorable (sumado al cansancio provocado por no dormir), pero afortunadamente sólo fue la primera noche. Estuvimos casi todo el día con él, acercándole comida y leyendo en su cuarto. A pesar de que estaba acostumbrado a que le lleváramos comida a la calle durante unos meses y se dejaba acariciar allí, el cambio a la casa fue duro para él.

Como Yang, se quedaba debajo de la cama, aunque su lugar favorito era debajo del carro de la compra, un lugar angosto donde probablemente se sentía más protegido. Cuando tratábamos de cogerlo, a veces huía hacia debajo de la cama, y así sucesivamente hasta que conseguíamos atraparle y acariciarlo hasta que se aburriera.

Aunque por un lado nos daba la sensación de que sería mejor dejarle en paz, por otra nos dimos cuenta de que, si intentábamos cogerle y huía, la mejor opción era cogerle a cualquier coste para que no se enquistara en una sensación mala de "persecución", sino que, al igual que pasa con las carreras entre gatos, se diera cuenta de que el final de esa persecución eran caricias y mimos. En definitiva, tuvimos que empezar a pensar en esas persecuciones como en parte de un juego, pese a que obviamente en su cara había más bien terror.

Pero Sorpre es joven, inquieto y juguetón, así que además también se adapta rápidamente a nuevos retos. A la semana teníamos un gato como los que siempre he entendido como gato: tranquilito, adorador de las caricias infinitas, algo buscador de los humanos (¡es el único que se me ha subido alguna vez al regazo de motu propio!).

Nos coincidió el final de esta aclimatación con un viaje a Asturias de una semana, y al volver mi alma se me cayó a los pies: Sorpre estaba extremadamente asustadizo, huidizo (y esta vez con tooooooooooda la casa para esconderse), no soportaba estar lejos de Yin y apenas soportaba que le acariciaran sin que intentara zafarse. Yo pensé que habría tenido algún tipo de trauma (de hecho, tenía una herida en la parte inferior de la barbilla, en la que le faltaba pelo en un área del tamaño de una moneda. Ya no se acercaba nunca más, excepto si era para darle comida, y ni aún así.

De nuevo, tomándonoslo con paciencia, en sólo tres semanas volvió a ser el gato más adorable del mundo, tirándose en el suelo cuan largo era (en pleno invierno... se nota que es un gato de la calle y ha pasado frío de verdad), pidiendo caricias, viniendo a la cama a tumbarse junto a nosotros...

Las conclusiones que hemos sacado de todos estos intentos han sido que la actitud de tensión que teníamos al principio no sirve más que para ponerlos más nerviosos a ellos; funciona mucho mejor simplemente estando cerca haciendo cosas y jugueteando con algún cachivache, dándoles un premio cada vez que les visitas, no dejándoles huir cuando tienes decidido cogerle y acariciarle (acostumbrarles a que tú decides cuándo empieza y cuándo acaba la sesión de caricias) y, sobre todo, respetar un protocolo lento y tranquilo de presentación entre gatos, para que no estén juntos hasta que estén prácticamente aburridos por no poder estar con esos gatos tan interesantes que ve a través de una puerta o huele por debajo de la misma.

Ya no esperamos que todo funcione bien el día 1, ni siquiera la semana 1, pero sólo con saber que, aplicando la suficiente paciencia, vamos a conseguir que un gato salvaje y asustadizo se porte como el del vídeo anterior con otros gatos... creo que es muy reconfortante, y ayuda el recordar que ningún comienzo fue fácil (aunque algunos más que otros, claro), y que la mejor actitud desde el principio es tomárselo como un pequeño reto-juego-investigación: ¡vamos a descubrir cómo podemos conseguir que este gatito tan asustadizo se convierta en nuestro mejor amigo!

(Ahora es Yin el que está maullando desesperado e insoportable desde primera hora de la mañana, esperamos que vaya todo bien con Sorpresa para poderle traer a Susto, y recomenzar la siguiente aclimatación... hasta hemos pensado poner "noticias en directo" al estilo Twitter para comentar cómo va el proceso en tiempo real)

¿Nuevo hermanito para Zapatitos?

Hoy fuimos al veterinario a vacunar a Sorpresa, que ya le tocaba. Estuvimos un rato hablando con las chicas de la veterinaria, que son muy simpáticas, y cuando ya nos íbamos aparecieron, como por designios del destino, los papás de Zapatitos, mi primera gata acogida. Fue un reencuentro alegre y afortunado: la chica, Rita, empezó bromeando, proponiendo llevarse a Sorpresa a su casa. No sé cómo pasó, pero de repente ya no era una broma y estaban hablando en serio de adoptar a Sorpresa. Ocurrió todo en diez minutos, aún no lo he asimilado. :D El caso es que... se llevaron a Sorpresa a su casa y, en función de cómo se adapte y de cómo le acepte Zapatitos, se quedará allí para siempre. La semana que viene iremos a visitarles a ver cómo va la cosa.

De momento, los dos ya se han olisqueado y aún no ha habido bufidos de por medio, aunque Sorpresa se ha llevado un capón de Zapatitos, por lo que nos cuentan. Luego ya han dejado a Sorpresa aislado para que se tranquilice y se vaya adaptando a la casa. Necesitará muchos mimitos (¡y comida! jaja) de sus nuevos papis para que pueda acostumbrarse a ellos. Pero confío en que todo irá bien. Y si, por lo que fuese, no es así, aquí tiene su casa. Sólo hay que verlo:



Alineación al centro

jueves, 3 de febrero de 2011

Tsuki, la panterita negra de la jungla :-)

¡Gemma también tiene una gatita negra y ha querido compartirla con nosotros! Me encanta ver gente como ella, que asume retos anteponiendo al animal a cualquier otra cosa. Obviamente, luego son recompensados cuando reciben el cariño del felino. Y si encima es tan guapo como Tsuki, pues acabáramos. :-D ¡Muchas gracias, Gemma! Esto es lo que nos cuenta:

Quiero presentaros a Tsuki, mi panterita negra. Lleva con nosotros 9 meses.

Tsuki llegó a nuestras vidas hecha una pantera de la jungla, recién recogida de la calle con apenas cinco meses. La adoptamos en ProGatos, ya nos avisaron que necesitaba socializarse. Para mí fue un reto y una experiencia muy grata. No quería dejarla sin un hogar.

Esta pequeñaja llegó a casa siendo la prima hermana de Satanás, asustada, bufando, arañando, llegué a pensar que me odiaba ....

Ha sido, y sigue siendo un trabajo duro, de días muy buenos, y días horribles. Pero con cariño, muchíiisima paciencia y tenacidad, hemos dado un gran paso con Tsuki.

Ahora mismo, sigue siendo muy asustadiza, pero es una bolita aterciopelada ronroneadora, inteligente como ningún gato que haya tenido y preciosa.

Ella sabe que la queremos, y ahora que, por motivos personales, estoy un poco triste, me cuida, me da cariño y por las noches, se acurruca conmigo y con Atila.

Adjunto fotos de la primera noche en casa, de como esta ahora, y durmiendo con Atila.


Esmeralda nos saluda desde Lleida

Nuestra querida Esmeralda, ahora Mimí, nos saluda feliz desde Lleida, donde vive colmada de cariño, atenciones ¡y comida!. Se está poniendo gordota, gordota, y sigue tan preciosa como siempre, con esos ojazos de belleza única que ella tiene. ¡Disfruta de la vida, guapísima, con esa mami tan estupenda que te eligió y con esos hermanitos gatunos tan simpáticos que tienes! :-)