sábado, 5 de febrero de 2011

Aclimatándose

Ya que este blog tiene principalmente la motivación de servir como un lugar donde compartimos las experiencias de ser una casa de acogida, y dadas las últimas "sorpresas", es un buen momento para poner en negro sobre blanco cómo han sido los comienzos con cada uno de los cinco gatitos que hemos tenido hasta ahora, qué problemas hemos encontrado con cada uno, y cómo han sido felizmente subsanados (y las conclusiones sacadas del proceso).

Como sabéis bien, Yin fue el origen de todo. Con él estábamos nerviosos (se puede decir más bien que éramos primerizos) y, afortunadamente, Yin es el super-trasto-gato sin comportamientos, digámoslo, "preocupantes". Es decir: Yin nació sin el gen del miedo, o algo, el cual compensa con un gen extra de la curiosidad y el aburrimiento.

Con él no tuvimos que salir pitando detrás para cogerlo, descubrimos rápidamente que cuando íbamos a acariciarlo se quedaba quieto, y aprovechaba a los poquísimos segundos para empezar a enredar con la mano que le acariciaba, arañándola y mordiéndola jugando a lo bruto. Después de la primera semanas en casa tuvo algunos esporádicos días raros (en los que lió unos cuantos desastres de camas y sofás meados, que aprovechamos para dejar la casa water-proof y a prueba de arañazos), podemos decir que no hubo aclimatación con él (vino listo para todo).

Así que podemos decir que Yang fue la primera felina que se "enfrentó" al reto de un nuevo hogar, con el bagaje de haber estado en una protectora durante un tiempo, junto con otros gatos. Nosotros nos volvíamos a sentir primerizos, impacientes e inquietos por cualquier pequeña cosa que pudiera pasar.

Como siempre a partir de entonces, cuando hemos tenido más gatos, instauramos el "protocolo de presentación" de disponer de una habitación (con balconcito) cerrada en el que hemos dejado a los recién llegados, para que se acostumbraran primero a nosotros y nuestros horarios de rutina, a los ruidos de la casa, a sus olores... y a ver a nuestros gatos al otro lado del balcón. En general, aunque los tengamos siempre separados, esporádicamente invertimos los papeles y dejamos a los "nuestros" en la habitación cerrados, y al "invitado especial" libre por toda la casa, dejándolo a su aire para que compartan olores.

Yang tendía a esconderse debajo de la cama o en la cuevita del rascador ante cualquier evento extraño, así que simplemente decidimos pasar tiempo con ella, sin prestarle atención, leyendo en la cama. Descubrimos que sólo teniendo un cordoncito grueso con el que juguetear aquí y allá mientras leíamos, ella acababa dejándose llevar para jugar con él. Y que también venía si silbabas (eso me pareció fantástico y entrañable). Así que me pasaba algunas horas leyendo y tarareando "La Misión", y ella acababa cediendo a sus reticencias. Aún así, se acercaba a veces con mucha precaución a que la acariciáramos, pero vimos que tampoco era excesivamente dada a estos cariñitos, que no soportaba más de unos segundos antes de irse lo suficientemente lejos para que no llegaras con la mano, pero quedándose cerca (hasta hoy, ha seguido siempre con esta actitud relajada e independiente).

Cuando veía a Yin por la puerta, le bufaba. Sus inicios ya cuando vino con el transportín fueron curiosos, con Yin haciendo un ruido raro. Estuvimos cerca de una semana y media con Yang en la habitación, juntando gradualmente a los dos a través de la puerta del balcón, dejándoles una ranurita para que se pudieran oler, e incluso pasar una patita (pero nada más). Y les faltaba tiempo para intentar soltarse zarpazos...

Llegó el día (ya impacientes) de presentarles sin obstáculos, cada uno de nosotros monitorizando a un gato, por si hubiera que separarlos... y hubo. En varias ocasiones se enzarzaron en un barullo tal que yo llegué a creer que habían matado a un pájaro, por la cantidad de "plumas" que vi debajo de la cama (y que resultaron mechones de pelo que se habían arrancado en cantidades industriales). Todo parecía ir bien y suave (se acercaba Yin a ella con curiosidad, levantaba una pata para probarla)... y entonces les saltaba el chip y se liaba parda. Los separábamos, devolvíamos a Yang a la habitación (aunque si veíamos que había sido Yin el iniciador, era Yin el que se quedaba recluido). Pensamos que jamás iban a ser capaces de estar juntos sin matarse.

Con algo más de paciencia, muchísimo miedo de que no fueran capaces de llevarse bien, y un puntito de "en algún momento tendrán que acostumbrarse", poco a poco la reticencia de Yang fue dando paso a una actitud de "indiferencia" con Yin, mezclado con momentos de juego intermitente, casi siempre iniciado por Yin. Intentamos hacerles jugar a los dos con el cordoncito o con una caña de pescar, pero Yin tiene también el superpoder de quedarse embobado viendo a los demás jugar sin involucrarse, así que... al menos, estaban bastante cerca sin matarse.

El único momento en el que parecían completamente sincronizados era a la hora de repartir "regalitos" (después de cortarles las uñas o cepillarles): ahí sí les faltaba tiempo para venir juntos y estar un rato "soportándose" mientras les dabas la golosina. También les dábamos alguna golosina cuando estaban durante más de cinco minutos cerca sin intentar matarse.

Cuando vino Zapatitos, aprovechamos que había que esterilizarla para tenerla aislada y presentarlos con más calma. Con Maite se mostró bastante asustadiza, pero con nosotros pareció estar cómoda desde el primer momento, aunque sus adoptantes también tuvieron que soportar algunos días de "timidez extrema". Con nuestros otros gatos, lo mismo: puerta del balcón como primer contacto, con rendijas progresivamente abiertas para que se pudieran oler y hasta dar algún capón (recordad: ¡uñas bien recortaditas antes de cada intento!). Con Zapatitos fue todo bastante más rápido que con Yang, aunque también recuerdo ese momento de Yin de dejar claro quién es el veterano del grupo con algún rifirrafe sin mayores consecuencias. Después, Yin se convirtió en un gran amigo suyo, y Yang simplemente mantenía una distancia prudencial con ella (y con el resto de gatos y de seres vivos, añadiría).

Esmeralda llegó poquísimo antes de que Zapatitos se marchara, y supongo que a estas alturas Yin y Yang estaban más acostumbrados al "hotel", así que incluso Yang la recibió con más curiosidad por saber quién era la nueva que con reticencias. El hecho de que Esme viniera hecha una piltrafa con más ganas de dormir que de otra cosa probablemente ayudó a que se llevaran mejor que la media. Esme era mucho más activa que los demás al ser más jovencita, pero a la vez su actitud era muy sumisa.

Como teníamos miedo de que estuviera enferma y seguros de que estaba infestada de parásitos, Esme se quedó en el patio de luces hasta desparasitarla y obtener los resultados de las pruebas (era pleno agosto, quizá fuera el lugar más agradable de toda la casa), lugar que está separado de la cocina por otra puerta transparente. Sólo le bufó a Yin una vez, pero en cuanto estuvieron juntos nos demostró (nos demostraron todos) que esta historia iba a ser muy distinta a las anteriores. A nosotros nos buscaba, y se asignó como pupila de Yin casi desde el segundo 0.

Hay que incidir en que, a medida que hemos ido teniendo más inquilinos, hemos respetado más estrictamente el protocolo de presentación, lo cual probablemente haya ayudado muchísimo a que aprendan, gradualmente, a estar con nosotros, a los ruidos y rutinas de la casa, al olor de los otros gatos, a su aspecto, y finalmente, a estar deseando desde ambas partes el estar juntos (por puro aburrimiento de poder ver pero no tocar).

Cuando llegó Sorpre (o más bien raptamos de su manada), pasamos toda la primera noche con los ojos de par en par, con un maullidito lastimero llamando a su madre, o pidiendo un S.O.S. a catwoman para que le rescatara, o qué sé yo. El caso es que era una tortura psicológica asistir a su concierto inexorable (sumado al cansancio provocado por no dormir), pero afortunadamente sólo fue la primera noche. Estuvimos casi todo el día con él, acercándole comida y leyendo en su cuarto. A pesar de que estaba acostumbrado a que le lleváramos comida a la calle durante unos meses y se dejaba acariciar allí, el cambio a la casa fue duro para él.

Como Yang, se quedaba debajo de la cama, aunque su lugar favorito era debajo del carro de la compra, un lugar angosto donde probablemente se sentía más protegido. Cuando tratábamos de cogerlo, a veces huía hacia debajo de la cama, y así sucesivamente hasta que conseguíamos atraparle y acariciarlo hasta que se aburriera.

Aunque por un lado nos daba la sensación de que sería mejor dejarle en paz, por otra nos dimos cuenta de que, si intentábamos cogerle y huía, la mejor opción era cogerle a cualquier coste para que no se enquistara en una sensación mala de "persecución", sino que, al igual que pasa con las carreras entre gatos, se diera cuenta de que el final de esa persecución eran caricias y mimos. En definitiva, tuvimos que empezar a pensar en esas persecuciones como en parte de un juego, pese a que obviamente en su cara había más bien terror.

Pero Sorpre es joven, inquieto y juguetón, así que además también se adapta rápidamente a nuevos retos. A la semana teníamos un gato como los que siempre he entendido como gato: tranquilito, adorador de las caricias infinitas, algo buscador de los humanos (¡es el único que se me ha subido alguna vez al regazo de motu propio!).

Nos coincidió el final de esta aclimatación con un viaje a Asturias de una semana, y al volver mi alma se me cayó a los pies: Sorpre estaba extremadamente asustadizo, huidizo (y esta vez con tooooooooooda la casa para esconderse), no soportaba estar lejos de Yin y apenas soportaba que le acariciaran sin que intentara zafarse. Yo pensé que habría tenido algún tipo de trauma (de hecho, tenía una herida en la parte inferior de la barbilla, en la que le faltaba pelo en un área del tamaño de una moneda. Ya no se acercaba nunca más, excepto si era para darle comida, y ni aún así.

De nuevo, tomándonoslo con paciencia, en sólo tres semanas volvió a ser el gato más adorable del mundo, tirándose en el suelo cuan largo era (en pleno invierno... se nota que es un gato de la calle y ha pasado frío de verdad), pidiendo caricias, viniendo a la cama a tumbarse junto a nosotros...

Las conclusiones que hemos sacado de todos estos intentos han sido que la actitud de tensión que teníamos al principio no sirve más que para ponerlos más nerviosos a ellos; funciona mucho mejor simplemente estando cerca haciendo cosas y jugueteando con algún cachivache, dándoles un premio cada vez que les visitas, no dejándoles huir cuando tienes decidido cogerle y acariciarle (acostumbrarles a que tú decides cuándo empieza y cuándo acaba la sesión de caricias) y, sobre todo, respetar un protocolo lento y tranquilo de presentación entre gatos, para que no estén juntos hasta que estén prácticamente aburridos por no poder estar con esos gatos tan interesantes que ve a través de una puerta o huele por debajo de la misma.

Ya no esperamos que todo funcione bien el día 1, ni siquiera la semana 1, pero sólo con saber que, aplicando la suficiente paciencia, vamos a conseguir que un gato salvaje y asustadizo se porte como el del vídeo anterior con otros gatos... creo que es muy reconfortante, y ayuda el recordar que ningún comienzo fue fácil (aunque algunos más que otros, claro), y que la mejor actitud desde el principio es tomárselo como un pequeño reto-juego-investigación: ¡vamos a descubrir cómo podemos conseguir que este gatito tan asustadizo se convierta en nuestro mejor amigo!

(Ahora es Yin el que está maullando desesperado e insoportable desde primera hora de la mañana, esperamos que vaya todo bien con Sorpresa para poderle traer a Susto, y recomenzar la siguiente aclimatación... hasta hemos pensado poner "noticias en directo" al estilo Twitter para comentar cómo va el proceso en tiempo real)

5 comentarios:

  1. Buenas!! no puedo creer que haya tardado tanto en conocer este blog. Cuando adopté a Lupe era super miedosa y cualquier cosa le ponía los pelillos de punta (lo que es de esperar en una gata maltratada), pero ahora parece estar mucho más tranquila. De todas maneras, sigue siendo super independiente y poco mimosa..pero yo la adoro igual. Estos días he estado pensando en hacer de casa de acogida también,así que me va perfecto leer ese blog! jejejeje aprenderé mucho! Cuando estuve trabajando en una gatera en hice de casa de acogida en varias ocasiones y tenía unos disgustos tremendos cuando se iban :( después llegó Lupe y como era una gata con tantos miedos, penséque merecía toda mi atención hasta que se adaptase..creo que ha mejorado mucho desde el 27 de octubre, cuando llegó, peor creo que algo más de tiempo le irá bien!
    Gracias por tener un blog tan informativo!!
    Eli

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  2. Gracias por este post, dedicado jeje! lo has definido muy bien: realmente nos sentimos nuevamente como padres primerizos, de ahí los nervios.

    Y aqui su twitteo:

    @Sorpresa 16:30: acabo de comer paté de la mano de esa señora extraña :-9, aunque sigo encuevado.

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  3. ¡Hey, pues esa es muy buena señal! No desfallezcáis, sed pacientes y cariñosos con él y, mientras se acostumbra a la casa y a vosotros, mantenedle alejado de Zapatitos. Cada cosa a su tiempo: primeros vosotros y el lugar, luego ella. Si lo hacéis así, poco a poco y con paciencia, conseguiréis que en unos días os coja confianza. Pero no os deis por vencidos la primera noche, vosotros sois mucho mejores que eso. ¡Ánimo, ánimo! ¡Y ánimo para ti, Sorpresa, alegra esa carita que estás en las mejores manos! :-)

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  4. Ah, y gracias, Gris, por la visitilla, y sobre todo por ser casa de acogida. Hacen mucha falta. :-) ¡Gracias!

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  5. Hola!!! Te sigo hace un tiempito y no me he animado a escribirte hasta ahora. Me encanta tu blog y tus gatitos. Tengo 4 gatos y tambien soy casa de acogida y si que es duro verlos marchar, pero siempre queda la recompensa de haberles salvado la vida.
    Un beso!!
    Ah!: puedes ver a mis chicos en mi Blog: pelosypelusas.blogspot.com
    espero que te guste

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