viernes, 25 de noviembre de 2016

Nuevo éxito

Y así como vino, se fue. La recidiva parece haber remitido también y el tumor ha desaparecido en las ecografías: donde antes se veía una considerable masa esférica rodeando la columna vertebral, ahora está todo limpito y bien. Los riñones han vuelto a su tamaño normal y el peque sigue con buen ánimo, sin molestias aparentes debidas a la quimioterapia y con un hambre lobuna. O gatuna, que para el caso es lo mismo.

No hemos hecho resonancia en esta ocasión. Tal vez sería buena idea hacerla, pero como supone un coste considerable y con la ecografía en esta ocasión parece haber sido suficiente, vamos a esperar. 

Estamos asombrados de lo rápido que ha remitido, supongo que tan rápido como surgió. Ayer el enano tomó su tercera y última pastilla de Genoxal, sigue con Interferón y con Prednisolona, y con su sesión de quimio semanal en el veterinario (con vincristina). Cada vez le gusta menos ir al veterinario, al pobre, y no es de extrañar. Se pone muy nervioso y se baba y vomita, para él es el peor momento de la semana (en realidad, el único momento malo de la semana, más bien), y lo peor es que para prevenir nuevos tumores seguiremos con la pauta semanal por tiempo indefinido. Lo bueno es que para sedarle antes le pinchaban en la columna, pero ahora han descubierto que si le pinchan en las patas no se entera (no tiene sensibilidad) y con esto la mayor fuente de molestias para el peque se ha desvanecido. Ahora es llegar, pesarle y dormirle sin que se entere del pinchazo. Un gran avance para él. Antes le dolía mucho el bendito pinchazo y era una pena, porque teniendo tantas partes insensibles infrautilizadas le estaban haciendo mucho daño. Ya no se volverá a repetir.

Vamos a probar a darle un sedante antes de su visita semanal al vete. Lo hemos probado las dos últimas veces pero se lo administramos demasiado tarde porque se nos olvidó hacerlo antes, con lo que no tuvo tiempo de hacerle efecto. A ver si la semana que viene lo recordamos con más antelación.

Y aquí sigue el enano. Dos veces ganador. Dos veces vencido el cáncer. Que volverá, lo sabemos, porque la leucemia es así de dura y no sabemos si la quimio puede prevenir del todo la proliferación de las células malignas. Pero ahí estaremos, luchando, si todo va bien.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Ya está. Lo confieso. Me cae mal mi gato.

Bien es sabido que los gatos son muy diferentes unos de otros. De cuatro que tengo ahora en casa, todos poseen personalidades muy dispares y se comportan de forma totalmente opuesta según la situación. Igual que las personas. Y del mismo modo que no todas las personas nos caen bien, no todos los gatos nos tienen por qué caer bien. Y a mí mi gato Yin me cae mal. Ya está. Sé que alguno me miraréis mal y me importa un bledo. Me cae mal y no puedo hacer nada al respecto. Ni lo voy a abandonar, ni le voy a castigar sin comer, ni le voy a encerrar en un balcón. Simplemente, me cae mal. Ya son siete años de convivencia, a veces muy difícil, y aquí seguimos lidiando con él, día sí y día también, porque hay pocos gatos que lo hagan prácticamente todo mal. Yin es uno de ellos. A su lado, los otros tres son unos benditos.

¿Qué es lo que hace que me caiga mal? Veamos:

- Entro en casa y empieza el estrés: ya está en la puerta dispuesto a escurrirse por el resquicio para salir al portal y escabullirse escaleras abajo hasta la calle.
- Monta a los otros gatos y les muerde el cuello. Y está esterilizado, pero da igual.
- Se mea en la cama, en el sofá, en las cestas de Currusquín, no apunta bien en el arenero y lo echa fuera...
- Se mete bajo las fundas de los sofás para arañarlos.
- No tapa nunca sus cacas, con lo que nos deja la casa oliendo a mierda hasta que nos damos cuenta o llegamos de fuera.
- Tira toda la arena fuera de los areneros.
- Se desvive por comer a todas horas.
- Solo es cariñoso cuando quiere comer. Si estoy manipulando la leche del desayuno, una latita o jamón york, se me pega a las piernas y me persigue por toda la casa sin dejarme respirar. Si no tengo comida, pasa olímpicamente de mí.
- Roba su comida a los demás, siempre le gusta más lo que tienen otros que lo suyo, aunque sea lo mismo. 
- Si le das de comer suficiente cantidad, come más de lo que puede, vomita y luego intenta comerse el vomitado. Y lo que vomiten los demás.
- Cuando Yang está comiendo, Yin va a olerle el culo, que sabe que no lo soporta, para que se vaya y poderse comer él lo que deje. O a veces, solo por incordiar.
- Cuando estoy dando una comida específica a uno de ellos (especialmente Currusquín, que come diferente por su enfermedad y por su delgadez) aparece ante mí antes incluso de que abra el paquete y no me deja respirar, ni a mí ni a Currusquín mientras come.
- Si él acaba de comer su latita antes que los demás y lo vigilo para que no robe nada a nadie, se echa a tres centímetros de ellos esperando a que acaben para lamer sus platos, cuando seguro que ha dejado restos en el suyo.
- No importa lo que esté haciendo. Si vas a la cocina, él va también, por si cae algo.
- Si estás cocinando, te complica el trabajo poniéndose justo donde tus pies, por si se te cae algo. El otro día se me cayó el cuchillo de carnicero y de milagro no le corté la cabeza.
- No es la primera vez que nos roba comida de nuestros propios platos. Hay que vigilarlo constantemente si ya hemos puesto algo de comer en la mesa.
- Tiene un maullido feo, pero feo.
- Si lo coges, te pone las patas en la cara para huir. Salvo que tengas comida.
- Tira al suelo cualquier cosa que haya en las estanterías a su alcance. 
- Destroza cualquier papel a su alcance.
- En la cama, con nosotros, se pone en posición trasversal y lo más estirado que puede, para que no tengas dónde meter las piernas.
- Se pone delante de ti cuando caminas por casa, como una valla en un circuito de obstáculos. Y no se aparta. No es la primera vez que casi me voy al suelo por su causa y que pataleo contra él intentando recuperar el equilibrio. Y aun así no se aparta. A veces lo comparo con Damien, de La profecía.
- Si abrimos el transportín para meter a Currusquín, que va cada poco al veterinario, tenemos que tener cuidado de que no se meta Yin antes, porque luego habrá que sacarlo volcando o sacudiendo el susodicho.
- Cuando sacamos a Currusquín del transportín tras llegar del veterinario, lo primero que hace Yin es meterse dentro a buscar algún resto de chuchería que alguien le haya dado a Currus, y que no se habrá comido por los nervios.
- Siempre nos vuelca el carro de la compra, tenemos que tenerlo encajonado en un rincón para que no lo vuelque.
- Tenemos que tener el papel higiénico en un lugar poco accesible para él porque nos lo hace pedazos. Lo mismo con el papel de cocina.
- Si pasa por encima de la mesa en la que tú estás haciendo algo, lo hace sin el menor cuidado y pisoteando lo más posible tus cosas.
- Blanca le adora y siempre va a echarse junto a él. Si él aún no está demasiado dormido, se levanta ipso facto y la deja plantada para echarse medio metro más lejos.
- Si estoy cepillando a Yang, que es la que más pelo suelta con diferencia, él viene de inmediato y se planta tan cerca de ella como puede para incomodarla y espantarla, porque sabe que Yang no soporta bien la cercanía de otros gatos. Así sabe que le cepillaré a él.
- Se mete en el cubo de la basura de plásticos a buscar restos. El de la orgánica, lo vuelca y rompe la bolsa si consigue abrirlo. Aunque la dejes un minuto en el pasillo justo antes de salir de casa, seguro que le da tiempo a clavarle las uñas.
- Mueve los recipientes del agua para beber y muchas veces los vuelca.
- Intenta saltar al armario del peque para coger su comida y como hay poco espacio se cae encima de los comederos (que están justo debajo, en el suelo) y lo esparce todo alrededor.
- Si se nos olvida cubrir el arenero del peque (les impedimos usarlo a los demás para reducir el riesgo de contagio de leucemia) le falta tiempo para usarlo y echar toda la arena fuera. (Actualización: foto de hoy mismo ejemplificando lo dicho).

- Si hay una ventana con un resquicio abierto por el que quepa, le falta tiempo para intentar salir al alféizar en la única ventana en la que no tenemos red.
- Como dejemos dos minutos en el suelo, sin vigilancia, la Balance Board de la Wii, nos araña entera su funda de silicona.
- Araña las sillas de piel estirándose sobre el respaldo.
- Araña la funda de piel del piano, despertándonos de madrugada en innumerables ocasiones.
- Últimamente ya menos, pero antes se pasaba las noches maullando y nos despertaba cada hora, hasta llegar a temer quedarme embarazada por si mi bebé no pudiera dormir.
- Ahora que ya estoy embarazada, es el único del que temo que se mee encima del bebé o le pisotee corriendo por encima de él (ella, en este caso).
- Si abrimos un armario de la cocina, le falta tiempo para meterse dentro y no es la primera vez que cerramos sin darnos cuenta de que se queda ahí.
- Como se meta en el armario de la ropa, no le basta con hacer lo que hacen los demás de dormir encima de la ropa: él te lo descoloca todo y lo deja patas arriba.
- Si tenemos que usar una cuerda para atar alguna cosa, podemos tener por seguro que la morderá día tras día hasta que la destroce.
- Si le decimos que no haga algo, no pasan ni diez segundos para que lo intente repetir, a sabiendas de que te enfadará.
- Si hay algo que sabe que nos puede molestar, lo hará. Es como la ley de Murphy, pero en gato maligno.

¡Y seguro que se me quedan cosas! Vivir con él es un estrés continuo. Al principio muchas de las cosas me parecías minucias, pero la acumulación de ellas, año tras año, me empieza a producir mucho estrés. Menos mal que, al menos, duerme como los demás bastantes horas al día y me deja en paz. Pero en serio que a veces lo llevo mal y saca lo peor de mí. Y cuando llegue la bebé a ver qué me arma. Ya estoy temblando.

Paciencia, que falta me hace. ¿Alguno de vosotros quiere un gato malo, pero malo? Lo regalo con lacito y todo.