sábado, 26 de febrero de 2011

¡Hoy hemos dado un Susto!

Así que el pobre Susto se ha pasado casi una hora histérico maullando y dando saltos dentro del transportín, tratando de esconderse debajo del empapador que le habíamos preparado dentro, mordiendo barrotes de hierro y plástico tratando de escapar. En uno de esos arrebatos le ha hecho un pequeño arañazo a Marta.

Después ha empezado a admitir algunas caricias, y durante el resto de las tres horas de viaje hasta Barcelona, básicamente se ha quedado sopa recibiéndolas y demandándolas, maullando desconsolado cuando dejaba de recibirlas. Pasó de estar jadeando por hiperventilación a dormirse en el transportín. ¡Ése es nuestro Susto! Como hemos llevado unas cuantas barritas de chuches, Marta le dio un par (cuando ya estaba más tranquilo), y las devoró de buena gana, al igual que algo de atún con tomate de nuestros bocadillos en la parada para comer.

Al llegar a Barcelona y sacar de nuevo el transportín, Susto se puso de nuevo a cien, maullando sin parar (cada pequeño cambio estos días va a ser un estrés para él), hasta que lo metimos en la preciosa habitación que Cris le había destinado, y al igual que el primer día, lo sacamos del transportín y "le forzamos" a tranquilizarse, mediante una sesión de caricias y mimitos.

Cuando lo vimos suficientemente tranquilo, le dejamos allí un rato y entramos en el comedor para charlar un rato con sus nuevos acogientes y conocer al resto de fauna de la casa. ¡Había cinco perros y dos gatos, y todos se llevaban estupendamente! Para mí fue una pasada pasar a acariciar de un labrador a un galgo (debería hablar en femenino), a una gata y a una semiboxer, y vuelta a empezar, todo eso mientras charlábamos muy distendidamente con Cris y sus encantadores amigos, que además nos invitaron a un bizcocho que, para ser el primer intento, le salió estupendamente al cocinero.

Las dos horas hablando de lo humano y lo divino (o lo perruno y lo gatuno) se me pasaron volando, y antes de darme cuenta había anochecido y se acercaba el momento de regresar con nuestra propia manada. Nos despedimos de Susto, que había encontrado un puesto de vigilancia en lo alto de un colchón antiguo apoyado contra una pared que podrá usar de rascador. Lo abdujimos momentáneamente de allí para darle unos últimos mimos antes de irnos y dejar a estos ángeles de la guarda con un buen Susto en el cuerpo. ¡Esperamos que nos cuenten sus nuevas andanzas, y su rebautismo (tanto de nombre como de colegas de vida)!

Francamente, lo hemos pasado muy bien hoy, muchísimas gracias por vuestra hospitalidad. Como conclusión y mensaje para Yolanda, la amiga de Cris: Día de despedidas, pero a la vez, día de conocer a gente interesantísima y de asimilar que es el comienzo de una nueva vida mejor para Susto. Al igual que ahora Castellón es Zapas para nosotros, o Tarragona/Lleida es Esme, o Vitoria es Yang, Barcelona es Susto. Duele, pero a diferencia de los dolores amargos, éste es un dolor dulce, porque sabes que ese pequeño bribón está en mejores manos, y porque no sólo no has perdido un gato, sino ganado una casa para él, y unos nuevos amigos, humanos y animales. Y, de premio, un hueco para el que esté por llegar, el que hará que se reinicie la rueda. ¡Merece la pena!




4 comentarios:

  1. Felicidades! ojalá haya muchas más historias felinas con finales felices como el de susto.

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  2. Ojalá, ojalá las haya. :-) ¡Gracias por tu visita, Gris!

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  3. Me parece que Susto va a estar de vicio :)

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