sábado, 16 de octubre de 2010

Mi pequeña y breve aventura perruna

Esta noche, cuando salí a dar de comer a los callejeritos, un perro se acercó correteando por la acera y se quedó mirándome con curiosidad. Yo también le miré a él con curiosidad, y miré a mi alrededor a ver si estaba el dueño por allí. Pero allí no había nadie. El perro era muy parecido a este (que lo he sacado de internet), aunque con el morrito más fino y carita de jovencito y de trasto juguetón, y un pelín más pequeño de tamaño:


Pensé en qué hacer. Daba la impresión de que el perro se había escapado, pues llevaba un arnés fuerte, con sujeción de pecho y de espalda, de cinta ancha y hebilla grande. Se mostraba un poquito asustadizo ante los movimientos bruscos, y un par de veces se alejó de mí y pensé que volvería a su casa o algo, así que aproveché para dar de comer a los gatitos, que se acercaron corriendo al ver el jamón de York. El perro también se acercó y se quedó observando a cuatro o cinco metros. Le di un par de trocitos de jamón a él también, y luego se puso a marcar con orina la bolsa en la que llevo la comida de gatos. Le di un aviso brusco y salió corriendo, pero no se fue muy lejos y de nuevo se volvió a mirarme. Di un paso hacia él y se alejó uno. Entonces le llamé y me agaché... y el pobrecillo vino correteando hasta mí y se dejó acariciar y revolver el pelo.

Pues nada, no podía dejarlo allí. Empecé a pensar con resignación en meterlo en el pequeño patio que tengo en casa hasta que apareciera su dueño. Pondría carteles, lo difundiría por internet... Pero lo primero era ir a la policía y a los veterinarios. Como era la una de la mañana, los veterinarios quedaban descartados hasta mañana, así que pensé en llevarlo a la policía de inmediato, por si fuesen allí a preguntar por él. No tenía ninguna correa, pero afortunadamente siempre llevo una larga cinta con mis llaves para colgarlas del cuello si se tercia, y en esta ocasión fue mi salvación: se la enredé en la hebilla con un nudo corredizo e hicimos a pie los diez minutitos de caminata hasta la policía. Se portó muy bien todo el camino, siguiéndome al paso sin jaleos. Quiso pararse a olisquear alguna cosa, pero por lo demás me siguió tranquilísimo.

Había tres policías varones y una mujer en la oficina de la policía local, y una pareja de ciudadanos con mala pinta, que se fueron poco después. Uno de los policías varones me preguntó con expresión cautelosa qué quería.

— Es que me he encontrado este perro —dije—. No quiero llevarlo a la perrera ni nada, pero lo traigo por si preguntan por él, para que sepan que lo encontré. ¿Qué hay que hacer?

Enseguida se hicieron cargo, y me dijeron que lo primero era ver si tenía chip. Trajeron el aparato y empezaron a pasarlo por el cuello del perrito, que se asustó mucho al ver al policía acercarse sin contemplaciones y se revolvió, asustando un poquito al hombre. Le di mimos, lo sujeté y le volvieron a pasar el chisme. Nada.

—Parece que no tiene —dijeron, haciendo una pausa para que el perrito se tranquilizase. Lo hizo enseguida, con unos cuantos mimitos y caricias.
—A veces se va hacia atrás —comentó otro policía.

Esta vez sujeté bien al animal, acerqué mi cara a la suya y le hablé bajito y le acaricié mientras lo sujetaba y ellos le pasaban el aparato por el cuerpo.

¡Bingo! El chip pitó. ¡Qué alegría! La chica se puso a mirar en el ordenador el número de chip y el nombre del propietario apareció en la pantalla. Me ofrecí incluso a llevarlo a su casa, pero le llamaron de inmediato para que viniera a buscarlo. La conversación más o menos fue:

—Alooooooo —dijo el dueño del perro (esto nos lo contó la chica después, lógicamente yo no lo oía).

A la chica casi se le escapa la risa.

—Hola, ¿es usted (su nombre)? —pausa—. ¿Usted tiene un perro que acaba de perder?
—Noooo —respondió el tío extrañado—, mi perro está aquí...
—No, su perro está aquí, en la policía local —risas silenciosas de la chica—. Sí, la policía local, aquí está su perro —pausa—. ¿Que dónde está la policía? Pues aquí... en la calle Jaime I —pausa—. Sí... eeehhh... donde las casitas —pausa—. Vale, hasta ahora.

Mientras la chica nos contaba la divertida reacción del dueño que aseguraba que su perro estaba allí, y se reía del "Aloooo" inicial preguntándose si el tío era extranjero, yo me senté en una silla a esperar y el perro se sentó... se levantó... se volvió a echar... se levantó... se me subió a las piernas para que le rascara la barriga... otra vez... Y así hasta que le obligué a estarse echadito y quietecito.

—Y usted —preguntó el policía varón que quedaba, pues los otros se habían ido ya—, ¿estaba paseando sola a estas horas?

Era ya la una y pico de la madrugada.

—Sí... Bueno... —titubeé, y decidí decir la verdad para dejar de parecer sospechosa—. Es que suelo bajar a estas horas a dar de comer a tres gatitos cachorritos que hay en mi calle, a ver si consigo que me cojan confianza para sacarlos de la calle y darlos en adopción.
—¿A dar de comer a los gatos de la calle?
—Sí, a tres cachorritos —pensé que me iba a decir que no se podía o algo así, por lo que me adelanté—. ¿Saben si hay alguna campaña de castración en el Ayuntamiento?

Se quedaron los dos, el chico y la chica, titubeando.

—Uf, no sé, si lo difícil es cogerlos... —dijo el chico al final.

Otra pausa.

—¿Colaboras con alguna protectora?
—No soy socia de ninguna, aunque estoy echando una mano a una de Vitoria, a quienes les he hecho la página web.
—¿Vitoria? —exclamó el chico—. Qué lejos.
—Sí... Es que adopté una gatita de allí.
—Ah... Es que a veces viene una chica de una protectora de Castellón a recoger perros. Se lleva los pequeños... porque los grandes nadie los quiere —puso cara de circunstancias.
—¿Fauna y Flora?
—Una protectora de Castellón.
—¿Fauna y Flora? —insistí.

Debió de pensar que le hablaba en chino mandarín, porque balbució algo y no dijo nada.

—¿Eres de Vitoria? —preguntó un momento después.
—No, soy de Asturias.

A estas alturas, pensé que me meterían en la cárcel por surrealista. Sonaba todo muy raro. XD

—Bueno, en Asturias no hace tanto frío como en Vitoria —fue todo lo que dijo el chico.

Por suerte, el chico no había estado presente, creo recordar, cuando dije mi nombre a la chica policía, porque mi apellido vasco igual le daba a entender que le estaba tomando el pelo o algo. :D

Finalmente, el dueño del perro apareció y la oficina se llenó de expectación, a ver quién era el de "alooooo". Era un tipo de aspecto normal, que saludó al perro diciéndole cariñosamente: "What have you been doing?", le puso la correa y luego ya pasó al castellano para preguntarme a mí si yo lo había encontrado. El perro se había levantado al verle y parecía feliz. Le comenté la zona por la que lo había encontrado.

—Es que lo dejo suelto muchas veces por la zona de los naranjos... A veces me ha aparecido en casa a las siete de la mañana.

Irresponsable, pensé.

—No se puede dejar al perro suelto por el pueblo —dijo el policía secamente.

—No, no —se apresuró a replicar el otro (¿por qué siempre somos tan cautos con la poli, como si nos fueran a detener por decir algo fuera de sitio?)—. Es la zona de los naranjos, allí abajo, que no hay casas, es todo prado.

El policía calló, pero no parecía contento.

—Bueno, muchas gracias —dijo el dueño del perro. Y salió.

Yo me despedí y salí tras él. Lo encontré fuera, esperando al coche que lo había traído y que había desaparecido. Me volvió a decir que a veces lo dejaba suelto y que no era la primera vez que se hacía una excursión. Le comenté que lo había llevado a la policía porque podían atropellarle o podía pasarle cualquier cosa, que tenía que tener cuidado.

—¡Uy, si ya lo atropellaron un día delante de mí! Bajó del coche, me distraje un momento cogiendo algo, y...

No escuché el resto porque una nube gris me nubló la consciencia.

—Pues eso, cuidado, que le puede pasar cualquier cosa.

Y me fui mientras él miraba alrededor buscando el coche que le había traído y que no estaba allí.

Y esta ha sido mi pequeña aventura perruna de hoy. Por suerte, tiene un final feliz... al menos esta vez. Y por suerte, dentro de su irresponsabilidad, el dueño le puso chip. Ya es algo.

Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que veamos al perrito de nuevo.

1 comentario:

  1. Vaya aventuras...... Vamos yo creo que te libraste por los pelos de una multa por dar de comer a los callejeritos......

    Me he reido mucho leyendo tus aventuras nocturnas......

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